sábado, 20 de noviembre de 2010


Un cachetazo que preserva la institucionalidad
Por Rodolfo Sala



El arco político ha condenado con mayor o menor énfasis el bofetón que recibió el diputado Kunkel por parte de su colega Camaño.
Pero mi impresión desde el cómodo estar del sillón en que miraba la televisión, es que aquellos que por compromiso lamentaban públicamente la escena de violencia física protagonizada por Camaño, íntimamente se regocijaban por hacerle sentir a un personaje autoritario, insultador, que el bloque kirchnerista lo tiene para no dejar hablar, con un cachetazo dado oportunamente. Lástima que no fue un hombre para propinárselo con mayor potencia. Sin embargo, pensándolo mejor es más denigrante para quien lo recibe que el escarmiento provenga de una mujer.
Ahora vayamos a justificar el título de este artículo. Carlos Kunkel es un diputado especializado en interrumpir e insultar, lo cual lo aleja de la calidad institucional del Congreso. Se recuerda cuando en medio de su discurso Felipe Solá fue interrumpido e insultado con un “sos un hijo de p…”; ¿hacerlo callar no hubiera sido técnicamente contributivo al fortalecimiento institucional? ¿Pero cómo se logra si las autoridades de la Cámara no actúan? Otras veces espera que las cámaras de TV no lo tomen para insultar con los epítetos más bajos. Los que se rasgan las vestiduras por la actitud de Camaño, ¿cómo califican a Kunkel? La calidad de la política requiere de la ausencia de hipocresía.
La diputada Camaño era agredida permanentemente por este individuo con calificativos irrepetibles para su marido sin que ninguno de sus colegas interviniese para ponerle coto a esta forma de proceder. De modo que la diputada optó, seguramente compulsivamente, para acallar a este representante del pueblo, que no por haber sido votado pertenece al sistema democrático.
Voy a traer al recuerdo otro cachetazo histórico, al cual nadie calificó de poco institucional:
Durante los sucesos de la revolución del 30, Justo se había trasladado al Arsenal para tomar prisioneros a Elpidio González y a los generales Toranzo y Mosconi. Al entrar el general Justo, Toranzo lo recibió increpándolo y le dijo: ¡Traidor y canalla como siempre!, y a continuación le restalló el cachete con un tremendo bofetón. Quien recibió la reprimenda había sido Ministro de Guerra, y a los dos años siguientes sería Presidente de la República. Sin embargo, no es un suceso que se lo recuerde de falta de institucionalidad, porque el hecho que estaba protagonizando el general Justo era nada más ni nada menos que la ruptura del orden constitucional.
Y Kunkel, en el caso actual, no hace otra cosa que tratar de eliminar las minorías, al menos en su expresión. Por eso creo que el acallar al mediático diputado en sus abusivos y descalificatorios epítetos con un formidable cachetazo propinado por quien se sentía hastiada con sus agresiones, es un cachetazo que preserva la institucionalidad.