miércoles, 4 de mayo de 2011

El hombre libre

Por Rodolfo Sala

Desde los tiempos antiguos el hombre ha luchado por la libertad en todas sus expresiones: vivir, transitar, expresarse, como por ejemplos. En estas formas se sostiene la esencia misma del liberalismo.
En la Argentina de los últimos tiempos no se habla de liberalismo y cuando se lo hace se lo identifica con el neoliberalismo, que nadie explica de qué se trata, justamente para denigrar a quien se lo califica.
Es tan grande la pobreza ideológica en nuestro país que hasta los que practicamos el liberalismo nos autocensuramos; pero claro, es que hace más de noventa años que ser liberal en la Argentina está mal visto por una sociedad construida por algunos radicales y peronistas. Es que éstos como aquellos todavía no se percataron, o al menos no lo dicen, que estamos regidos por una Constitución liberal; que liberales fueron nuestros constituyentes como los gobernantes que presidieron la década del 80, construyendo una nación que fue potencia mundial a principios del siglo XX y que nos destacábamos nítidamente por el nivel de educación y el gran porcentaje de niños incluidos en el sistema.
¡Claro que hubo marginados!; como en todas partes del mundo y que mientras los opositores al sistema tildado de vendido al imperio inglés, en la propia Londres y Nueva York había hambruna en sus propios marginales.
Es posible que la primera señal del quiebre del sistema liberal haya sido en 1908 con la “Educación Patriótica”, seguido años más tarde con el aislamiento argentino en el concierto del mundo y la estatización de gran parte de la producción argentina. La revolución del 30 y el “fraude patriótico” fue el signo más elocuente de la pérdida del sistema instalado en 1853. Desde allí nunca más hubo un gobierno liberal. Porque se puede ser liberal controlando el buen manejo de las fuentes de energía, prescindiendo de ser empresario estatista pero controlando los monopolios mucho más severamente que los gobiernos populistas. Defendiendo el desarrollo con un auténtico industrialismo y la producción nacional y comerciando con todos los países del mundo, abriendo nuestras fronteras al capital productivo.
Hacía mucho tiempo que públicamente no se definía al liberalismo como lo hizo Mario Vargas Llosa en la “Feria del Libro 2011”. Por su opinión fue que se intentó vetarlo, porque a quien más le duele lo que el Premio Nobel dijo es justamente a los que intentaron acallarlo desde diversos foros como también del mismo gobierno.
A Alberdi, a Sarmiento, a Echeverría la nueva historia oficial no los citan, pero no pueden dejarlos de reconocer, porque al mismo tiempo saben que están en las antípodas de sus pensamientos. Rosas, López, Ramírez como ejemplos, fueron nuestros caudillos que conformaron las primeras etapas de nuestra nacionalidad, pero luego vinieron los tiempos de la organización nacional bajo la inspiración de Alberdi, de Echeverría con el influjo de Jean Jaques Rosseau, Montesquieu y Fustel de Coulanges:, que instalaron un sistema liberal cuya forma legal fue la Constitución Nacional.
Así como en aquellos tiempos en que la vigencia de los caudillos dieron paso a las ideas liberales, hoy día también el hombre libre dejará de lado el veto, tanto privado como oficial, la libre expresión de las ideas acallará a los anacrónicos funcionarios que impiden el ejercicio libre de las actividades profesionales y las expresiones escritas y orales. Los tiempos del hombre libre se avecinan. Los gobiernos del pensamiento único tienen los días contados, no porque vayan a perder las próximas elecciones, sino porque ya las perdieron ante la fuerza del hombre libre que desde los distintos ámbitos no dejarán que los autocráticos piensen por él. El liberalismo se abre paso en todo el mundo y el anacronismo de los Castro o de los Chávez o de los Kirchner se encapsularán en sus propios odios y surgirán de nuestras propias filas los Vargas LLosa que predicarán las virtudes de la democracia plena: con las obligaciones de las mayorías pero también con los derechos inalienables de las minorías.